El uniformado, quien hizo parte de la Unidad Antinarcóticos de la institución armada y ahora era el encargado de la vigilancia de la carceleta de la Estación El Bosque, fue tiroteado en mañana de este viernes 17 de mayo mientras visitaba a su familia en San Luis, un humilde barrio de la localidad Metropolitana de Barranquilla.
Agentes de la Sijín y el CTI de la Fiscalía intentaron moverse hacia esa dirección, queriendo verificar si existía alguna relación de sus funciones y posibles amenazas de presos en la estación policial.
Esa línea se contempló tras el homicidio en la capital del país del coronel en retiro de la Policía Nacional, Elmer Fernández, actual director de la Cárcel Modelo de Bogotá.
Pero después, la misma Policía, de manera interna, manejó la versión de que el uniformado Amador Quessep estaba “presuntamente vinculado con actores delincuenciales que tienen presencia en el área metropolitana de Barranquilla”.
Después, a la cascada de información que circuló en redes sociales, también se le puso la lupa. Este medio de comunicación estableció que las pesquisas se centran en mensajes que fueron publicados en grupos de WhatsApp que relacionaron al patrullero con estructuras dedicadas al tráfico de estupefaciente en Barranquilla y Cartagena. Por eso se envió notificación interna a la Policía Metropolitana de Cartagena para establecer si la orden de su muerte salió desde esa capital.
Otra pista por la que se hacen averiguaciones es la del manejo de un picó llamado ‘El Kike’. Esa máquina de música, según testigos, había sido adquirida por el uniformado luego de un pago que rondó los 150 millones de pesos.
Fuentes de la institución armada señalaron que resultarían “evidentes” una serie de gastos personales del patrullero que serían de “difícil justificación”. Vehículos, fiestas, vivienda, administración de bienes y lujos que es poco común que los tenga un uniformado con el rango que tenía la víctima.