La derrota fue difícil de aceptar para los uruguayos, lo que resultó en un comportamiento inadecuado y confrontaciones tanto en el campo como en las gradas. Los ánimos se caldearon rápidamente, y las agresiones verbales y físicas no se hicieron esperar.
Las autoridades y el personal de seguridad del estadio intervinieron para evitar que la situación escalara aún más, separando a los involucrados y tratando de restablecer el orden. Sin embargo, las tensiones se mantuvieron altas, y el ambiente permaneció tenso hasta que finalmente todos abandonaron el lugar.
Este comportamiento ha sido ampliamente criticado por la prensa y los aficionados al fútbol, quienes esperan que las federaciones de ambos países tomen medidas para evitar que situaciones similares se repitan en el futuro.
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